

¡Grandes pequeños japos! Si en el fútbol hubiese más japoneses jugando habría sin duda menos crispación y más respeto en todos sus estamentos. El partido entre el Valencia y el Cerezo Osaka ya valió esta presencia en el torneo por haber disfrutado como un niño precisamente de los pequeños jugadores japoneses que se metieron al público en el bolsillo a base del inmenso respeto que sienten por todo lo que hacen y les rodea: por el árbitro, por el juego, por el contrario, por el público y sobre todo por ellos mismos. Lo ocurrido ante Valencia no deja de ser un historia más de las muchas que hemos visto con yankis como protagonistas y que acaban de alejarte de la realidad, hasta que aparecieron ayer en Vilagarcía unos pequeños japoneses para demostrarnos que esas historias a veces también pasan de verdad.
Los pequeños jugadores del Osaka realizaron una gran gesta en el campo de A Lomba, con un 0-3 en contra y con un Valencia que apenas les dejaba opciones de hacer nada. Equipo valenciano que se postula además como uno de los candidatos al triunfo final. Cuando otros ya hubiesen dado el encuenro por perdido, tiraron los cerezos de un imponente amor propio para, a base de velocidad, entrega total de cada uno de sus jugadores y una voluntad a prueba de terremotos (¡y no es una metáfora! pués lo han demostrado), para comenzar a ir como uno solo a por todos los balones, a combinarse en el mejor pase posible. Y lo que parecía un maquillar el resultado con el 1-3, pasó a ser un ¡están a tiempo de lograrlo! con el 2-3. Y cuando el árbitro pitó penalti a favor de los nipones estalló la grada en un rugido de júbilo, pese a que muchos sabían que un buen resultado japonés iba en contra de los intereses del equipo gallego, el Areosa. Llegó el 3-3 y el delirio de los de fuera y los de dentro. Intentó el entrenador del Valencia arreglarlo poniendo en el campo a su delantero títular y a punto estuvo éste de arreglar el entuerto valenciano..., pero ni lo merecía el fútbol, ni los japoneses ni los que presenciamos el partido. Acabó el encuentro y los pequeños japos, una vez más todos a una se fueron hacia la grada que tanto les había animado y una vez más saludaron, todos a una, con esa reverencia tan nipona en señal de agradecimiento y respeto. El mismo que les devuelvo yo, que tras 23 años contando historias de fútbol puedo decir que esta ha sido una de las más emotivas que he tenido el inmenso placer de presenciar.
Pase lo que pase, ¡Felicidades Cerezo Osaka! y gracias...