Se adelantó temprano el Real Madrid por medio de Adrián Esteban Rubalcaba en el minuto 2, cuando todavía el Lanzarote no estaba bien asentado, lo que supuso un jarro de agua fría para los isleños. No obstante, en cuanto entraron en calor, presionaron muy arriba y asfixiaron al Real Madrid, que se mostraba incapaz de trenzar jugadas elaboradas y con peligro. En cambio, el Lanzarote, conseguía robar arriba, o defendía muy bien una vez replegaba y al contraataque tuvo alguna ocasión clara de gol. Bajaron un poco el ritmo de presión los chavales del Lanzarote y eso se notó en el juego; por fin el Real Madrid se sintió más cómodo y desahogado, aunque sin llegar con peligro (sí tuvo aproximaciones interesantes). Así finalizó la primera parte, con ventaja por la mínima para el Madrid.

En la segunda mitad el Lanzarote salió superenchufado, sin miedo, osado; y anuló de principio a fin al Real Madrid, que se vio completamente superado y no supo cómo sacarse de encima la presión y el empuje de los canarios. Desde el inicio tuvo ocasiones claras de gol, principalmente gracias a la garra, fe en sí mismo y una disposición táctica ejemplar sobre el campo, además de calidad. Pero si por algo destaca este equipo es por su empuje, por no darse por vencido, por pelear cada balón, por su asfixiante presión. Así da gusto: un ejemplo para todos los modestos, tanto para el fútbol como para la vida (al fin y al cabo, el fútbol no es más que una vertiente-extensión de la vida). Incluso le birlaron un penalti. Daba igual, su disposición era intachable. Llegó el ansiado gol en un saque de esquina, mediante remate de cabeza de Yohannes Robayna (7). Lo siguió intentando el Lanzarote: tuvo ocasiones para marcar otro tanto, mereció ganar, pero el marcador ya no se movió.

Hoeman.